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La traición de Judas – Pastor David Jang

1. La mujer que rompió el frasco de alabastro y la actitud de los discípulos

El pastor David Jang destaca que el mensaje central de los Evangelios es "conocer la profunda dimensión de la misericordia y el amor de Dios". La historia de la mujer que rompe el frasco de alabastro en Mateo 26 es una escena que ilustra de manera dramática cuán sorprendente y profunda es esa misericordia y amor de Dios. Paralelamente, la actitud de los discípulos que observaban el suceso evidencia que la perspectiva humana de lo que consideramos "justo" o "correcto" a veces impide comprender el verdadero sentido de ese amor.

Tradicionalmente, la mujer que rompe el frasco de alabastro se ha descrito como alguien de condición humilde y pecadora. En Lucas 7:37, se la menciona como una pecadora, y se percibe que, en medio de su vida llena de pecado y su profundo anhelo de liberarse de ella, experimentó profundamente el amor del Señor. Según Mateo 26:6-7, mientras Jesús estaba en Betania, en casa de Simón el leproso, llegó una mujer con un valioso frasco de alabastro lleno de perfume y lo derramó sobre la cabeza de Jesús mientras él comía. Al ver esto, los discípulos se indignaron. Esto se evidencia con más claridad en Juan 12:6, donde particularmente Judas Iscariote protesta: "¿Por qué este desperdicio? Este perfume tan caro se podría haber vendido y el dinero haberse dado a los pobres...".

El pastor David Jang comenta que, si bien las palabras de los discípulos suenan a preocupación por los pobres, en el fondo revela que aún no habían entendido la "esencia del amor" que Cristo enseñaba constantemente. Por muy "correctos" que parezcan nuestros argumentos o nuestra idea de justicia, si no percibimos la dimensión profunda del amor, hay una carencia grave. La reacción de los discípulos registrada en Mateo 26 muestra justamente esa carencia de manera impactante.

Desde la perspectiva humana, considerar "desperdicio" o "gasto excesivo" el acto de la mujer parece lógico. Sin embargo, el pastor David Jang explica que el Señor valoró enormemente este gesto como muestra del amor incondicional de Dios, y que a partir de esto podemos entender la importancia de lo que llama "un gasto santo". Aunque a ojos del mundo luzca insensato o carente de lógica, ese amor infinito es, en realidad, el carácter esencial de Dios.

Entre las anécdotas que el pastor David Jang cita con frecuencia, está la historia del hijo pródigo de Lucas 15. Cuando el hijo pródigo regresa, el padre lo recibe sin condición alguna, le pone las mejores ropas, le entrega un anillo y hace una gran fiesta. Desde la perspectiva de la gente, eso parece injusto o un desperdicio, pero cuando se trata de amor, no es necesario buscar una "razón" que lo justifique. En ese amor solo existe la alegría de que "mi hijo ha vuelto". Respecto a esto, el pastor David Jang enfatiza: "La insensatez del amor de Dios es algo absoluto, incomparable con cualquier cálculo humano".

En Mateo 26:8, los discípulos exclaman: "¿Para qué este desperdicio?", un reclamo que, en la superficie, parece expresar la "justicia" de socorrer a los pobres. Sin embargo, Juan 12:6 señala que Judas Iscariote, quien cuidaba el dinero, se aprovechaba de él, lo cual revela que la motivación real detrás de su protesta posiblemente no fuera un genuino amor al prójimo ni una sincera compasión por los necesitados. En otras palabras, los discípulos, en especial Judas, no trataron de comprender el acto de Jesús desde un verdadero amor, sino que lo juzgaron desde parámetros mundanos: "¿Cómo se atreve a gastar un perfume tan caro de esta manera?".

El pastor David Jang insiste en que también nosotros debemos estar dispuestos a ofrecer al Señor ese tipo de "gasto santo" en nuestra vida. Es decir, amar y servir a veces no nos aporta beneficio alguno y, de hecho, puede exigirnos sacrificio y entrega; sin embargo, debemos reconocer cuán valiosa y hermosa es tal actitud ante Dios. Aunque el mundo lo vea como un desperdicio o una locura, a los ojos de Dios puede llegar a ser la vida de mayor valor.

Judas Iscariote fue, sin duda, uno de los discípulos que experimentó en gran medida el amor de Cristo. Según el pastor David Jang: "Al elegir al propio Judas, Cristo no lo hizo pensando en la posibilidad de que lo traicionaría. Al contrario, confió en él hasta el final, incluso encargándole la bolsa del dinero". Si alguien pensara desde el inicio que determinada persona sin duda va a traicionarlo, no le confiaría algo tan importante como las finanzas. Sin embargo, el Señor ama hasta el fin a sus discípulos. El drama es que, cuando no reconocemos este amor incondicional, sucede la tragedia.

Cabe suponer que Judas tomó la decisión calculada de "entregar a Jesús de una vez por todas y alejarse de la situación". Al considerar varios incidentes, como el de la mujer con el frasco de alabastro, Judas vio el amor de Jesús como un "despilfarro" y algo "ineficaz", y finalmente determinó entregarlo por treinta monedas de plata. El pastor David Jang explica que eso es "el resultado trágico de quien no conoce el amor".

En Marcos 14:9, Jesús instruye: "Dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, se contará también lo que ella hizo, para memoria de ella". Esto alude a que "el aparente desperdicio nacido del amor será recordado para siempre". Si nos hubiéramos ceñido a los criterios de "eficiencia" y "objetividad", habríamos preferido vender el perfume y distribuir el dinero. Pero el Señor valoró no el costo del perfume, sino la "motivación de amor" y la "entrega sincera" desde el corazón. El pastor David Jang señala: "Dios recibe nuestro corazón. Y cuando ese corazón está lleno de entrega y amor, jamás es un desperdicio".

La mujer que rompió el frasco de alabastro ha sido recordada por más de dos milenios en la historia de la Iglesia, junto con el relato del evangelio que llega "hasta los confines de la tierra". Aunque el texto bíblico no menciona su nombre explícitamente, su amor abnegado se ha transmitido durante más de 2000 años. Por el contrario, Judas, que llamó a ese acto un "desperdicio", se convirtió en símbolo de traición. El pastor David Jang comenta: "El amor de Dios es infinitamente grande, pero si lo malinterpretamos o lo rechazamos, podemos terminar en un camino de ruina".

El amor manifestado por la mujer que rompió el frasco de alabastro se condensa en la cruz. El pastor David Jang afirma: "En la cruz, el Señor mostró un amor tan completo que trasciende toda lógica humana. Si aceptamos ese amor, todo cambia; si lo rechazamos, como Judas, nos espera el remordimiento y la tragedia". Ante el amor profundo de Jesús, nuestra actitud no debe ser la de criticar con "¿por qué tanto desperdicio?", sino la de responder con gratitud y alabanza, entregando nuestro corazón.

La "esencia del amor" que señala el pastor David Jang radica ahí. El amor nos introduce en un mundo donde las razones desaparecen. Así como un padre es capaz de sacrificarse por un hijo sin necesitar una "razón", el amor verdadero trasciende todo cálculo y toda condición racional. éste es el mundo profundo que se vislumbra en la conducta de la mujer que rompió el frasco de alabastro. Desde la lógica terrenal, parece un desperdicio; desde la mirada celestial, es un gasto bendito que será recordado eternamente.

En este punto, tal como enfatiza el pastor David Jang, emerge la pregunta clave: "¿Para qué vivimos y a quién dedicamos nuestra entrega?". Para responder de manera acorde al amor que Cristo nos mostró, debemos abandonar nuestras perspectivas y cálculos mundanos. Ni la entrega en sí misma se vuelve el objetivo, ni se busca obtener nada a cambio con ella. Más bien, se trata de corresponder al amor del Señor, un amor tan poderoso que nos abruma. Tal disposición es la misma que mostró la mujer que rompió el frasco de alabastro y es la que todo creyente debe anhelar.

La entrega sacrificial de la mujer revela su profunda gratitud y amor por el Señor que la había salvado. Ese amor era tan grande que se atrevió a quebrar sin titubear lo más valioso que tenía. A este respecto, el pastor David Jang dice: "Ese amor, que sufre con el otro, que se regocija con el otro y que está dispuesto a darlo todo, es la base del reino de Dios". El perfume derramado sobre la cabeza de Jesús era, en definitiva, una ofrenda de adoración y alabanza. Allí no había espacio para los cálculos o las condiciones.

Aun estando abierta esta "profunda dimensión del amor", algunos discípulos no la comprendieron. Incluso Judas se enfureció, y esa ira desembocó en traición. El amor que Jesús mostraba le parecía un "despilfarro" inaceptable, de modo que tomó la terrible decisión de vender al Señor por treinta monedas. Esta escena demuestra que la caída y la traición en el ser humano no surgen únicamente de una malicia extrema, sino también de un corazón que no logra asimilar el amor. Paradójicamente, una persona que en principio disfrutó del amor del Señor puede llegar a traicionarlo si distorsiona y juzga ese amor.

La mujer que rompió el frasco de alabastro representa a "quienes han comprendido el amor", mientras que Judas representa a "quienes no lo han comprendido". A través de esta oposición, el pastor David Jang nos lanza la pregunta: "¿De qué lado vamos a ponernos?". ¿Nos aferraremos a los criterios mundanos y a nuestra supuesta rectitud moral para ver el amor del Señor como un derroche, llegando incluso a traicionarlo? ¿O, pese a que parezca una insensatez, lo entregaremos todo y participaremos de la alegría del cielo? Esta no es una historia de hace 2000 años, sino una pregunta urgente para cada uno de nosotros hoy.

El suceso del frasco de alabastro revela con crudeza el estado del corazón de Judas, quien se encaminaba a la traición, al igual que la inmadurez del conjunto de los discípulos. De esta forma, podemos entender el origen de la pasión y el sufrimiento del Señor. El pastor David Jang repite a menudo: "El sufrimiento surge a partir de la traición y la desconfianza en el amor". Por ello, la prioridad en la comunidad de fe debe ser "ámense los unos a los otros", el nuevo mandamiento del Señor (Jn 13:34). Nada es más importante que esto.

La idea central que el pastor David Jang plantea es la siguiente: para descubrir la profunda dimensión del amor, debemos meditar constantemente en la gracia y la compasión de Dios que hemos recibido de Jesús. Puede que, ante la mirada del mundo, algo nos parezca un completo derroche; sin embargo, desde la mirada del Señor, ese acto, nacido del amor más puro, es el más sublime. Cuando conocemos ese amor, dejamos de calcular y abrimos nuestro corazón al Señor, no por palabras, sino con todo el cuerpo y el alma, sirviendo y compartiendo ese amor con los demás.

De lo contrario, corremos el peligro de parecernos a Judas. Al ver a otro rompiendo su "frasco de alabastro" y dedicando todo al Señor, podríamos exclamar: "¿Por qué tanto desperdicio? Eso no trae ningún beneficio y solo es un gasto inútil, ¿no?". Si permitimos que este pensamiento anide en nuestro corazón, el amor se irá enfriando poco a poco. Y un día, descubriremos que la semilla de la traición ha brotado. El conocimiento de Cristo menguará y nuestra mente se someterá a la búsqueda del beneficio y la razón mundana. El pastor David Jang alerta: "Ese fue el camino de Judas, una trampa en la que también hoy podemos caer".

La historia de la mujer que rompió el frasco de alabastro nos lleva a reflexionar acerca de qué simboliza realmente su amor y qué dejaron de ver los discípulos que lo juzgaron como "desperdicio". En definitiva, esto plantea el choque entre "el gasto santo nacido del amor" y "el acercamiento racional y calculador". Y la pregunta es en qué lado nos situaremos: ¿del lado de la mujer o del lado de Judas? El pastor David Jang comenta que este pasaje "nos enseña cuán grande es el amor del Señor y cómo hemos de responder ante ese amor". Además, muestra cómo, justo en el corazón de ese amor, da comienzo la pasión del Señor.

 


2. La traición de Judas y el perdón de Cristo

 

El pastor David Jang sostiene que, según Mateo 26:14 y siguientes, la historia de la pasión del Señor se inicia de manera concreta con la "traición de Judas Iscariote, uno de los doce". Si bien ya se sabía que los sumos sacerdotes y los ancianos habían decidido matar a Jesús, fue la proposición de Judas ("¿cuánto me darán si se lo entrego?") la que precipitó los acontecimientos. Que el Hijo de Dios fuese vendido por treinta monedas de plata impacta tremendamente a ojos humanos.

El pastor David Jang relaciona el monto de las treinta monedas de plata con la historia de José, quien fue vendido por sus hermanos por veinte monedas de plata (Gn 37:28). Era la tarifa típica al comprar o vender un esclavo, y aquí la ironía es enorme, pues Jesús, el Hijo de Dios, es vendido cual esclavo. Judas pregunta: "¿Cuánto me daréis si os lo entrego?", y los sumos sacerdotes le pagan las treinta monedas (Mt 26:15).

¿Por qué traicionó Judas? El pastor David Jang propone que Judas, quizá, tomó la decisión con convicción. No solo por ganar dinero, sino porque llegó a considerar que la manera de Jesús de insistir en un amor "sin sentido práctico" y "aparentemente despilfarrador" no tenía futuro. Especialmente, tras el incidente del frasco de alabastro, Judas pensó: "Seguir a esta persona es un desperdicio", y llegó a esa conclusión final.

Sin embargo, esta conclusión se origina en que Judas no comprendió hasta el final el amor del Señor. El pastor David Jang subraya que Judas también fue objeto del gran amor de Jesús, pero al rechazarlo al no entenderlo, eligió el camino de la traición. Del mismo modo, cuando no entendemos la profundidad del amor, podemos caer en la tentación de dudar y de alejarnos del Señor. Esto es, en esencia, lo que hizo Judas.

Después de que Judas entrega a Jesús a los sumos sacerdotes, Jesús es atado y llevado ante el gobernador Pilato (Mt 27:1-2). Más tarde, Judas siente remordimiento y confiesa: "He pecado entregando sangre inocente", intentando devolver las treinta monedas (Mt 27:4). Pero los sumos sacerdotes y los ancianos responden con frialdad: "¿Qué nos importa? ¡Allá tú!". Entonces, Judas arroja las monedas en el templo y se ahorca (Mt 27:5).

El pastor David Jang recalca aquí que "Judas se arrepintió, pero no acudió de verdad al Señor en un acto de genuino arrepentimiento". ¿Qué habría pasado si, en lugar de quitarse la vida, hubiese confiado en el perdón del Señor y hubiera vuelto a él? Jesús enseñó a amar incluso a los enemigos y, desde la cruz, perdonó a los que le crucificaban. Sin duda, tenía también la capacidad y la voluntad de perdonar la traición de Judas. Pero Judas, desesperado, escogió la muerte.

Para el pastor David Jang, esto muestra que "si no creemos en el amor hasta el final, se cerrará también la puerta al arrepentimiento". Por enorme que sea nuestro pecado, el amor del Señor lo supera. Sin embargo, Judas no se aferró a esa verdad, sino que se hundió en la desesperación. Ese estado al que llegó se explica porque, de inicio, nunca comprendió en profundidad el amor del Señor y lo juzgó desde una perspectiva mundana.

El final de Judas es trágico, pero la enseñanza no es meramente "el traidor será castigado". El pastor David Jang afirma: "Este suceso revela cuán grande es el amor de Dios y, al mismo tiempo, cuán lejos puede descender el hombre si no cree en ese amor". Todos pecamos y tropezamos, lo crucial es si al pecar regresamos al Señor o nos quedamos en la desesperación, autocondenándonos.

Según Mateo 27:3, Judas se arrepiente y devuelve el dinero. Esto indica que sentía remordimiento y una gran agonía. Aun así, no llegó a un arrepentimiento verdadero ante el Señor. El pastor David Jang explica que esto se debe a que "no creyó hasta el final que solo el Señor podía ocuparse de su culpa". Vio su pecado, pero no vio que el Señor podía perdonarlo. Es decir, la puerta aún estaba abierta, pero permaneció atrapado en su propia mente, sin abrazar el amor del Señor.

En la vida, cuando pecamos o nos alejamos del Señor, lo más importante es recordar que "aun así, el amor del Señor no ha terminado". Pedro también negó al Señor tres veces, pero Jesús lo restauró (Jn 21:15-17). El problema no era la diferencia en la magnitud de los pecados entre Judas y Pedro, sino que este último, aun tras su traición, regresó al Señor y Judas no.

El pastor David Jang recuerda que "la historia de la Iglesia muestra que incluso el mayor de los pecadores puede encontrar una nueva oportunidad si se vuelve al Señor con sincero arrepentimiento". Por tanto, la historia de la traición de Judas no nos invita solo a condenarlo, sino a examinar si en nuestro interior puede existir la misma semilla de traición. Además, nos recuerda que siempre debemos estar dispuestos a regresar al Señor para buscar su perdón.

El camino de Jesús hacia la cruz comienza con la traición de Judas, pero en la cruz se revela un amor infinito que perdona a los pecadores. El pastor David Jang explica que los acontecimientos narrados en Mateo 27 y siguientes declaran que, "aunque el pecado humano alcance su máximo nivel, el amor de Dios es aún mayor". Esta es la esencia del evangelio y el corazón de la Iglesia.

Sin embargo, quienes permanecen atados a la perspectiva terrenal podrían seguir preguntándose: "¿Por qué hacer algo tan irracional como la cruz? ¿No es una locura?". El pastor David Jang responde: "El amor parece una locura, y el amor de Dios, la mayor de las locuras, pero justo en él se halla el poder de la salvación". Por esa "locura amorosa", incluso pecadores como Judas tenían ante sí una oportunidad de volver.

En el libro de Job, en el capítulo 1, Satanás acusa a Job insinuando que ama a Dios solo porque recibe bendiciones, y que si se lo quitaba todo, acabaría maldiciendo a Dios. Pero Job se aferró a Dios hasta el final. Así, si nos arraigamos al amor del Señor, no importa de qué manera el diablo intente acusarnos o seducirnos, no caeremos sin remedio.

El pastor David Jang exhorta con frecuencia a "alcanzar esa dimensión donde el amor no necesita ninguna razón". Que nuestro amor por Dios no se base en "bendiciones" o "milagros", sino en que "Dios nos amó primero". De ese modo, nunca lo abandonaremos. En cambio, Judas juzgó por sus razones: "¿Será esta forma de amor el camino de Dios? Parece un desperdicio y una ineficiencia total". Aquel cálculo desembocó en traición.

No debemos transitar esa misma ruta. Habrá ocasiones en que no entendamos el amor del Señor, pero mejor que dudar de él, debemos aferrarnos y permanecer en ese amor. Cuando Jesús lavó los pies de sus discípulos, Pedro no lo comprendió (Jn 13:6-8). Aun así, el Señor le dijo: "Ahora no entiendes lo que hago, pero más tarde lo entenderás". La fe incluye etapas en las que no podemos entenderlo todo, pero una vez superadas, descubrimos la grandeza del amor de Dios, cuya altura y profundidad son inconmensurables.

Antes de ahorcarse, Judas declaró: "He pecado entregando sangre inocente" (Mt 27:4). Reconoció así que su acto fue un pecado. Pero en vez de optar por el arrepentimiento verdadero, eligió la desesperación. Si hubiera conocido el amor del Señor, por muy grave que fuese su pecado, habría podido postrarse pidiendo perdón y habría sido restaurado. El pastor David Jang advierte: "Si no se cree en ese amor hasta el final, el pecado acaba por arrastrarnos a la ruina".

De esta forma, la historia de la traición de Judas subraya el lugar central de la cruz en la historia de la salvación y la importancia de la "decisión" que Dios deja en manos del hombre. Cristo ya llevó la salvación hasta nosotros al morir en la cruz y resucitar; el amor ya ha sido derramado. Mas cada persona debe elegir entre aceptarlo y creer en él o rechazarlo. El pastor David Jang recalca: "El desenlace de Judas nos sirve de lección. Incluso cuando parece que hemos pecado sin remedio, la puerta del perdón de Dios sigue abierta. Jamás lo olvidemos".

El contraste entre la traición de Judas y el perdón de Cristo ilustra el "pilar" que la comunidad eclesial ha de sostener: la práctica del perdón. Dios está dispuesto a perdonar hasta la peor traición. Por ello, en la Iglesia hemos de perdonarnos y amarnos los unos a los otros de manera incondicional, cerrando la puerta al diablo y evitando que nos arrastre a un abismo como el de Judas.

En los capítulos 26 y 27 de Mateo, la historia de la traición de Judas conduce a la pasión de Cristo, que llega a su climax con el sacrificio de Jesús en la cruz y su perdón. A lo largo de esos acontecimientos, se hace patente el corazón de Dios. Según el pastor David Jang: "Dios nos ofrece un amor perfecto capaz de cubrir cualquier pecado, pero nuestra incredulidad y nuestro egocentrismo pueden bloquear ese camino".

Judas escogió la senda de la traición y es para nosotros una clara advertencia. Los apóstoles, en la iglesia primitiva, eligieron a Matías para que ocupase el lugar de Judas (Hch 1:26). Judas, que había escuchado durante mucho tiempo las enseñanzas y recibido el amor de Jesús, terminó sin embargo sin arrepentirse. El pastor David Jang amonesta: "Aunque hoy seamos 'discípulos', si no creemos en el amor del Señor, en cualquier momento podemos acabar igual que Judas".

En el segundo apartado, pues, se ha abordado por qué Judas traicionó y por qué su remordimiento no llegó a convertirse en arrepentimiento genuino. La conclusión es que "no confió en el amor". Cuando no comprendemos que Dios nos ama de manera absoluta e incondicional, nos enredamos en nuestra propia lógica y terminamos en la desesperación y la traición. Pero, por otro lado, permanece viva la promesa: "Aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana" (Is 1:18).

Para el pastor David Jang, "si hemos visto que la traición conduce a la ruina, es el momento de volver a Cristo y aferrarnos a su amor ilimitado". A diario enfrentamos el dilema de elegir. Podemos acudir a Cristo para hallar salvación mediante el arrepentimiento o podemos rechazar el amor, siguiendo el sendero de Judas. Esa elección es nuestra.

Judas se ha convertido en "símbolo de la traición", mientras que la mujer que rompió el frasco de alabastro es un "símbolo de la entrega". Mediante este contraste, el pastor David Jang concluye: "Dios desea que seamos como la mujer del frasco de alabastro, ofreciéndolo todo al Señor. Aunque parezca un derroche e insensatez a ojos del mundo, ese es el camino del amor y de la salvación". Cuando elegimos este camino que sobrepasa la comprensión mundana, entramos en la auténtica senda del discipulado.

No se trata tampoco de limitarse a condenar a Judas: hemos de examinar si en nuestro interior se anida la tendencia a evaluar y calcularlo todo según intereses personales, juzgando el amor del Señor. El pastor David Jang advierte: "La traición no surge de golpe, sino tras un largo proceso de incredulidad, malentendidos y pensamiento mundano que, finalmente, explota". Por eso, es fundamental no descuidar ninguna semilla de incredulidad, arrepentirnos de inmediato y volver al amor de la cruz.

Los capítulos 26 y 27 de Mateo exponen la historia de la mujer que rompió el frasco de alabastro y la traición de Judas. Aquella encarna "la entrega sincera al Señor" y este, "la desconfianza y la perspectiva terrenal". Según el pastor David Jang, "cada día debemos decidir cuál de las dos posturas tomamos". La fe no se reduce a una confesión aislada del pasado; se renueva a diario al escoger y seguir al Señor.

El pastor David Jang recalca incesantemente dos mensajes. Primero, el amor de Dios se nos revela como "gracia incondicional", tan profundo que nuestra razón humana no puede abarcarlo por completo; debemos considerarlo un "gasto santo" tan inmenso que solo podemos recibirlo agradecidos. Segundo, nos toca elegir entre creer y asirnos a ese amor o desconfiar y transitar el camino de la traición. El contraste entre la mujer del frasco de alabastro y Judas demuestra hasta qué punto divergen los destinos de quien abraza el amor y quien lo rechaza.

En nuestra vida, siempre estaremos ante estas dos sendas. ¿Elegiremos amar y servir de forma abnegada, dispuestos a entregar lo más valioso que tenemos, aunque parezca absurdo? ¿O permitiremos que primen la eficiencia y los cálculos para terminar alejándonos del amor de Dios? El pastor David Jang afirma que Mateo 26-27 "nos confronta continuamente con esta pregunta".

El sufrimiento del Señor nació del rechazo de la humanidad a su amor, pero la victoria de la cruz revela el poder de Dios que perdona la traición. El pastor David Jang enseña: "Si vivimos con la actitud de la mujer que rompió el frasco de alabastro y nos rendimos a la cruz con todo nuestro ser, participaremos de esta fuerza salvadora". Mas si, como Judas, nos aferramos a los valores mundanos y nos encaminamos a la traición, el final será una desesperación infinita.

El mensaje definitivo de este relato no es "sufrimiento y traición", sino "victoria del amor y perdón". Aunque la pasión comience con la traición de Judas, en la cruz se sublima en el "cúlmen del amor". Por eso, ante la cruz, debemos recordar el amor de la mujer que rompió el frasco y tomar nota del mal desenlace de Judas como advertencia. Si permanecemos en ese amor, podremos disfrutar de la paz y la alegría que provienen de la salvación.

Para concluir, el pastor David Jang añade: "La historia de Judas y de la mujer que rompió el frasco presenta dos extremos de la fe: por un lado, la entrega total al Señor; por otro, el pecado de quien lo traiciona con su visión terrenal. Ambos relatos integrados nos recuerdan que, a diario, debemos preguntarnos: '¿Regresaré al Señor y le entregaré toda mi vida, o lo rechazaré y me precipitaré en la desesperación?'. El camino de la cruz puede ser angosto y difícil, pero al final de ese sendero aguardan la vida eterna y el gozo verdadero".

Todo esto no es solo un suceso de hace dos milenios, sino una Palabra que nos pregunta cómo vivimos hoy. El sufrimiento que comenzó con la traición se transforma en "historia de gracia" gracias a la salvación consumada en la cruz. Ante esto, cada día debemos decidir si permaneceremos en el amor del Señor o si dejaremos que las tentaciones del mundo nos hagan renunciar a él. El pastor David Jang exhorta: "La decisión es tuya. El Señor mantiene siempre abierto el camino para que volvamos a él. Por tanto, no dejes de confiar; en cualquier circunstancia, regresa y recibe su perdón y su amor".

Así, la historia de Judas en Mateo 26-27 combina el sufrimiento y la traición con el amor y perdón infinitos de Dios. El pastor David Jang proclama que este pasaje ejemplifica cómo "el camino de la cruz puede parecer un desperdicio para el mundo, pero en él se halla la vida verdadera". En el sentido contrario, rechazar ese amor y seguir el sendero de Judas conduce a la desesperación. Nuestra elección es clara: ¿Andar en el amor o en la traición? Mateo muestra ambos caminos a través del contraste entre la mujer que rompió el frasco de alabastro y Judas, y a través del amor inquebrantable del Señor, aun en medio del sufrimiento.

Para el pastor David Jang, al reflexionar en conjunto sobre la fe de la mujer y la traición de Judas, se desprende que "el amor de Dios es incondicional, pero el hombre siempre debe decidirse". Al aceptar ese amor sin condiciones y responder con entrega no razonada, brota en nosotros la obra de la salvación. Sin embargo, si intentamos medir ese amor con criterios mundanos, podríamos tomar el camino de la traición, como Judas. Incluso entonces, el perdón de Dios permanece disponible, pero si no creemos y no damos la vuelta, será en vano.

Jesús amó hasta el fin, aun cuando sabía que un hombre podía traicionarlo, y ese amor se consumó en la cruz. El núcleo del evangelio es que, aunque haya traiciones, la historia de la salvación no se detiene por el amor eterno de Dios. El pastor David Jang asegura: "Este evangelio puede transformar por completo nuestra vida. Pero debemos creer y acoger ese amor, que a veces nos parecerá un desperdicio. Entonces, nos situaremos en el lugar bendito de la mujer que rompió el frasco de alabastro".

Al estudiar en estas dos partes la historia de la mujer que rompió el frasco de alabastro y la traición de Judas en Mateo 26-27, finalmente emerge una sola pregunta: "¿Cómo entendemos y aceptamos el amor del Señor?". El pastor David Jang formula la cuestión así: "¿Aun teniendo la puerta abierta al arrepentimiento, la cerraremos con nuestra incredulidad o confiaremos en el amor de Dios, aunque nos parezca una locura, para recorrer la senda de la entrega incondicional?". Y esa respuesta solo puede darla cada uno de nosotros. Ante la cruz todos somos iguales, y no hay excepción ante el amor. Viviremos como la mujer del frasco de alabastro o reproduciremos la traición de Judas. Depende de nosotros, aquí y ahora.

El último llamado del pastor David Jang es atender a la invitación del Señor: "Arrepentíos y volved". No cometamos el error de Judas, que arrojó el dinero en el templo y se encerró en la muerte. Sin importar la magnitud de nuestro pecado ni la profundidad de nuestro sufrimiento, volvámonos al Señor y permanezcamos en su amor. Allí, él nos ofrece la gracia de un nuevo comienzo y cubre nuestras faltas. Este es el evangelio, el camino de la cruz y la misma vida que se revela en la entrega de la mujer que rompió el frasco de alabastro.